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KONSUELO - CAPÍTULO VI

 KONSUELO

CAPÍTULO VI


Tierra del Fuego arde.

Las entregas siguientes de la novela arrasan.

Lo importante no es llegar si no mantenerse sostiene el farandulismo. Mentita sabio se filtra en los corrillos, escucha comentarios, toma notas mentales y como todo folletinista sigue la corriente. 

Aiva. Aiva.

Hay tanta ansiedad esperando la entrega siguiente, tanta expectativa, que distribuye sus hojas con susto. Uruguayo y violinista el segundo. Impecable. Acaricia a la comunera frotando su atributo como un arco por sus valles y planicies, y provoca gemidos tan afinados que terminan en concierto glorioso. ¡Interpréteme, Walter, interpréteme! El cuerpo de una mujer ejecutado como instrumento solista. Interpréteme Walter fue una de las muletillas más festejadas de la primera temporada.

Sí, hubo más de una.

Apolo va entendiendo en el hacer y en el escuchar que lo literal ya está todo dicho. Que las combinaciones entre genitales se agotan al rato. Y que la retórica en cambio las multiplica. Que no se trata solo de furibundos glandes penetrantes, entiende, ni de anos bostezando en estertores. Que al fin y al cabo no hay perversión mayor que la poética. Se lanza a lo figurado. Se vuelve un fiel de las parábolas.

Un bardo del miembro.

Corren rumores disparatados sobre el autor de las fábulas. Que es un sordomudo del primer pabellón, condenado por incendiario. Que es uno de Los Notables. Y hasta a la señora maestra la sospechan lujuriosa algunos por la belleza insólita de esa letra.

Cada viernes de ese marzo glorioso nuevos laureles.

La Roja escoge y coge. Pasión y lirismo en cada nuevo partener. La adoran. Cómo no enamorarse. Elije pero no exige. Encabeza pero se deja alcanzar. Ríe y hace reír.

La alegría es pecosa.

Cada episodio una aventura más osada.

Los mellizos Katz, de la crema rusa bolchevique de Moises Ville. Gemelos inseparables. Ambos y Konsuelo en la cama altruista de la conductora. El terno fraterno. La triple Katz, o el emparedado de crudo como fue llamado en los baños. Impagable esa entrega. Y de una alegoría fina como pocas. El trío entrelazado como símbolo del sinfín social.

Ordoñez el osco, el santafesino mal llevado, áspero con todos; que a caricias abajo y abrazos arriba irá la jefa amansando de a poco. Ablandándolo de boca, desfogándolo y tumbándolo al final cara al sol con un beso de profundidad insondable. Haciéndolo corcovear a cosquilla y jineteando esos brincos en pelo; recorriendo a orgasmos la pampa húmeda de ese catre en la siesta. Libre, chúcara y gozando montada como una Lilith de chacra. Domándolo al yeguarizo que acaba el capítulo comiendo el afrecho de su mano.

A la semana siguiente, épico: Pelito Merlo, el puntano poco dotado, retraído, al que la líder va descubriendo, paciente y amorosa, secretos del cuerpo encendido, al que le entrega sus lugares más estrechos, le enseña las claves ocultas del placer femenil, las combinaciones más peculiares, y lo vuelve en una noche de noviciado revelador un paladín comunal del pene.

Cómo se identifican los penados con el puntano.  En su condena métrica decimal, no hay hombre por buen talle que tenga que no crea que la tiene más chica que el de al lado.

Una semana legendaria la de Merlo.

Arrasador. Esperan cada nuevo capítulo como niños al negrito Baltasar. Se los comenta cada semana en el patio y se especula en asamblea espontanea sobre los amantes por venir. Los analfabetos se desesperan mirando esas letras preciosas que no pueden entender, y algunos avivados por chirolas se las leen en corrillo, como rapsodas. La comunión del canto épico en el patio enrejado de la prisión: un círculo en el suelo del que se levantan cada tanto sin disimulo para hacer lo suyo en algún rincón y volver por más.

Todos aman a Konsuelo. Un flechazo. La tan sobada princesa rusa desaparece del circuito. Los avergüenza ahora. Qué tiene que hacer acá esa déspota, esa arrogante, al lado de la fraterna colorada. La hermosa que no solo brinda amor y tolerancia si no que renueva argumento además en cada lectura. La aman como suelen amar los varones a la mujer libre: soñando volar cerriles junto a ella de rama en rama.

Eso algunos.

Y el resto queriendo ponerle la trampera y llevarla en jaulita a cantar al patio.

Es lo que hay.

Menta se esfuerza como nunca. No duerme. Escribe en las noches, muerto de frío, le tiembla todo menos el pulso. Llega a publicar cuatro copias por viernes.

Para evitar la espera los pudientes del pabellón compran los turnos de lectura con tabaco y yerba. Y como a la oferta la hace la demanda no tarda en aparecer el granuja que los reproduce. Falcone, insigne homicida, asesino de un socio suyo en La Carlota, Córdoba. Con arsénico el crimen, de a pulgarada por día en el mate. Aprovecha su letrita prolija de tenedor de libros y multiplica las copias. A ojo. Y sintetizando. Ni tiempo a indignarse tiene Menta, lo rechazan, lo abuchean. Konsuelo hay una sola y viene en la gordita. La gordita, la llaman a la universala.

¡Éxito!

La señora maestra se asombra de la avalancha de alumnos. Todos de pronto quieren aprender a leer.

Con el folleto como libro de lectura algunos solidarios alfabetizan al paso durante el recreo.

¡Éxito! ¡Éxito!

Y todo ese río de esperma difundiendo y ejemplarizando en su correntada las virtudes del individuo libre y las del pensamiento social. En cada contratapa además los versos declamables de algún vate comprometido.

Recitan de memoria los presidiarios las estrofas del compañero Maturana, y la dedican con íntimo ademán a la conductora.

Tú eres así. Por eso mi potro de conquista / llega a la escalinata del pastoral palacio con la tristeza errante de mi dolor de artista. / Y tras la primavera que tu placer me arroja, / con la altivez de siempre, te ofrezco su topacio / como una mordedura de mi serpiente roja.

En el intento de afincar su letra, Menta ha creado un género y un público. Y algo más: un medio. Principios en libido.

Si de algo tan nauseoso como la farándula ha nacido alguna vez el teatro de ideas, sermonea; en este otoño helado, en esta lejana Ushuaia, la lujuria ha dado a luz a su hermano: el erotismo comprometido.

¡Ríase, ríase todo lo que quiera petulante señor Radowitky! ¿Con qué autoridad? ¿Con la de haberse cagado en la cultura? ¿Con esa? Frente al éxito se eructan siempre los sentimientos malolientes como el suyo. Ésto es un medio, y no sus paparruchadas. Ríase, yo me río también y veremos quien ríe más fuerte. ¿Qué consiguieron ustedes con sus bibliotequitas de barrio siempre desiertas? Con sus tabladitos de aficionados en los que se repite cien veces la palabra hambre. ¡La obra de un auténtico tintero de la causa es esto, no de un tinterillo de partido! ¡Éxito! ¡Sufra Radowitzky, sufra!

El éxito es peor que el alcohol. Mucho peor.

Menta se siente encendido. Potente. En el segundo mes va mucho más allá. Konsuelo manda desde el Chaco mensajes épicos a sus seguidores, propone pequeñas acciones directas, y sus devotos, calientes como una pava de lata, las obedecen a lo soldado. Se ríen un poco, bromean, se hacen los tontos, pero acatan. Cómo decirle que no a la comandante.

Konsuelo agita. Manda besos negros y amotina.

Un coro multitudinario acompaña el domingo las seis campanadas de la capilla en unísono perfecto: ¡Proletarios! ¡Del mundo! ¡Uníos! Proletarios…

Las autoridades no entienden, se inquietan, redoblan la vigilancia.

Konsuelo conduce. Hay reclamos virulentos en el patio por los horarios de estufas. Pintadas con carbón en los muros. Un desparramo de zambullos en los pasillos para pedir por más baños.

La comunidad se fortifica. Sobre la pared trasera de la capilla una viñeta anónima, sintética y expresiva: los mellizos Katz y la caudilla engarzados como uno solo en el ya famoso terno fraterno. Abajo, a tiza, con letra que copia con empeño a la gordita: Uno, unidad. Dos, variedad. Tres, multitud.

Hay una apedreada feroz una tardecita a la torre de vigilancia, la Bastilla helada de allí, y en el revuelo dos penados consiguen huir.

Los Respetables están en su apogeo. No dan abasto para difundir la doctrina.

Ah, claro ¿De esto no se ríen, Respetables, no?

Todos quieren aprender más del pensamiento de Konsuelo. Todos quieren penetrarla también allí.

Llega la apoteosis la última semana de abril. En la octavilla final del capítulo la letra completa de Hijo del Pueblo y la consigna del operativo. A las 9 de la mañana del primero de mayo tras la trompetilla de volver a las celdas, en los cinco pabellones del penal militar más austral del mundo un unísono se escucha soplar como un ciclón: quinientas voces del coro más subversivo y más temible: Rojo pendón, no más sufrir, la explotación ha de sucumbir. Levántate, pueblo leal al grito de revolución social. Vindicación no hay que pedir; sólo la unión la podrá exigir. Nuestro pavés no romperás. Torpe burgués. ¡Atrás! ¡Atrás!

Un escándalo. Un maravilloso escándalo. Los Notables, aprovechados, han hecho copias de la letra y tratan de conducir la melodía. Todos cantan, con la música que imaginan, y hasta el Petizo Orejudo, gangueando y ceceando la corea inquiriendo a los gritos ¿Qué es pavés?, conchudos, ¿qué es pavés?

Apolo llora. Llora tanto esa noche como nunca había llorado. Llora como un niño. ¡Éxito! El poder de su Konsuelo es inconmensurable comprende.

Su letra universal, su individualismo libertario y las ganas irreprimibles de coger que carga el individuo pueden producir en su mezcla explosiva la ansiada revolución.

A mano amada.

Comentarios

  1. Faaaaaaaaaaaaaaaaa... Ante tanto talento me kedo sin palabras... Agradeciendo.

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  2. Espero Konsuelo con tantas ganas como con las que esperaba el Billiken, Paturuzú y Los Libros de Bolsillito

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  3. Gacias totales ! me arranca carcajadas de a racimos !

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