Konsuelo
Capítulo II
Quiere contagiar al mundo una peste, inocule a un actor y suéltelo en farándula. Todos se conocen y si no se conocen igual se hablan. Se tocan. Son de tocarse y tocarse sin cesar. Palpan, soban, manosean, repertorio táctil tienen. Los camerinos son el templete del sagrado tacto. Viven tanteando y juego de manos ya se sabe. Que me toca a mí que te toca a ti. Tanto va el cántaro. Cada baño de camarines suma más embestidas contra el tocador que Vavara Softa la princesa rusa. Palmean también, palmean mucho. No pueden abrazarse sin aplaudirse las espaldas como para un bis. No sobreviven lejos del aplauso así que se lo manufacturan casero. ¿Habría mejor clan para diseminar una peste? La farándula es la barriada mísera donde cualquier plaga se despliega radiante.
Mentita dixit.
Facciosos y en secta: en ninguna otra comunidad podría
desparramarse más rápidamente su letra libertaria, la Universala, piensa
Mentita. Como si fuera poco vive además de la palabra escrita el clan, es su forraje,
la consume sin pausa y nunca puede saciarse porque cada noche la caga –la
metáfora va un poco más allá de lo digestivo- y necesita volver a devorar. Al
tiempo comprende que sí, que todo lo que vos quieras, pero tiene fronteras de
hierro ese clan. No sale de su fortaleza almenada en cartón piedra el clan, ni
deja entrar a nadie más allá del foso de la orquesta. Esperame en el hall. Su Universala
es la letra de moda entre los cómicos, la requieren, pero también la acaparan,
la monopolizan. Necesita darle vida urgente más allá de esa caterva.
Lo miran con sorna en la Librería del Colegio cuando
los tantea. Para presentar una nueva caligrafía en cuadernillos le exigen una
tirada de millares. Apolo vence su repulsión tipográfica y busca presupuesto
tras presupuesto en las imprentas conocidas. Intenta sin suerte su mayor
naturalidad en esos despachos de mostradores retintados. Las cifras lo
deprimen. Ni ahorrando en cinco mil noches cinco mil caldos de rabo llega a
juntar esos cinco mil que le cotizan. Y a eso sumarle los reclames en los
periódicos y en la Caras y Caretas. Y en la radio. Sí: hasta el eslogan ha
previsto y lo anhela en la voz almíbar del speaker nocturno de Radio Stentor: La letra que penetra. Y sí. Pero todo es
más y más plata.
El que no cree en algo se jode porque cree en todo,
decía economista mi tía que le había encontrado a Cristo su ventaja austera. Ser
ateo menta Menta pero miente. En la letra está su credo y como todo fiel: a ti
te pido y en ti confío, pero dame dame. Yen altarcito con tintero involcable y
portaplumas van sus ruegos cada día. A la entintada trinidad de medio, índice y
pulgar. Y creyente pío de que letra vence y letra salva tiene una tarde de té
con leche la epifanía: a su letra la salvará la letra. Nada más fácil para el perito
escribiente que reproducir una firma sobre un cheque. No se trata de copiar,
no, qué ingenuidad, ni de imitar, que imitar lo hacen los cómicos, se trata de
descubrir el tempo de su danza y bailarla. Dejar que sea la mano la que dance y
no la cabeza. Y de repetir y repetir la coreografía sin apuro hasta valsarla
pensando en cualquier cosa, en bife de hígado pensando. Y cobrarlo luego al
cheque, lógico. Como repiten en gritería asamblearia los compañeros del
anarquismo expropiador: el fin justifica el medio. Una expropiación, pero sin armas.
Empuñando el plumín nomás. La caligrafía como auténtica acción insurgente, la
manuscripción expropiadora como fuente de financiación del ideario.
En fin. Los dos cheques en blanco se los compra al
empleado infiel de un teatro de los Podestá en La Plata, un tenedor de libros
de manguitas, más dado al dinero que al picadero. Un personaje por poco del pesaroso
Sánchez. Que será Florencio, pero mustio, digamos la verdad que duele. Politeama
Olimpo el teatro. Cómo le tira lo celestial a la farándula a la hora de
bautizar sala.
La firma le sale perfecta en tres días. Los documentos
de identidad los traza a tinta también. Desafío superior. Los papeles manipulados
de un vecino de inquilinato que escapó por los techos un sábado y nunca más se
supo. Una libreta de enrolamiento manchada de tiza en el cajón de abajo del
roperito. Agua lavandina, una foto perforada con alfiler y tinta aguada. Qué cosa
no puede lograr en el universo una buena pluma cucharita. El calígrafo Apolo
Menta transformado por arte de letra en el oficial yesero Fenix Gauna.
Le gusta a Menta eso de Fenix. Un augurio de su próximo
renacer entre las cenizas. Una delicadeza poética.
Pone punto y aparte a la pieza del barrio hebraico y
pepino; y deja entre paréntesis a la poesía modernista incaica. Y muy de
mameluco blanco y sombrero de hoja de diario se muda durante un mes a La Plata.
Una pieza en una pensión al lado del banco. Para que le sepan el rostro. 7 y
46. Calles con número y derechas. Torturada su alma en bucle en esa ciudad
hecha de rectas. Se ahoga en el modernismo geométrico. Cómo puede la gente
tener alegría sin curva. Qué júbilo puede encontrar alguien en lo diagonal. Se
encierra en la pieza platense y ensaya como un farandulero frente al espejo el
rol del yesista. Se pregunta y se responde. Cien veces por día. Cuando no copia
ensaya. Pergeña frases y las encarna. Es comediógrafo y comediante. Un
capocómico secreto, miralo quién diría.
Vuelve al centro en tren los sábados para entregar
copias y retirar encargues.
Posterga tres veces su debut porque tiembla entre
cajas. Y le dan urgencias de cagar. Pero una tarde después de una buseca con
vino se anima y se presenta a la caja. Es entrar y los temblores desaparecen. Ese
milagro que conocen los cómicos. Entrega los cheques con estudiado descuido en
la ventanilla enrejada. Y sus papeles. Perfectos. La extraña calma esa del
comediante sostenido en la mirada de los otros. El cajero tiene cara lorito. Espera
el dinero acodado en el mármol comentándole como al pasar de sus trabajos de
yesería en el teatro, de los ornatos en el cielo raso de la sala, y de los diez
rosetones dorados a la hoja en el hall de entrada. Hasta las uñas blancas de
estuco se ha llevado para estar en el detalle. Lorito se levanta y sale. A
buscar el fajo piensa Apolo. Pero no. Regresa con un vigilante, un tape de
mostachitos en la comisura que lo interroga con rosarina formalidad. Menta
contesta al pie. No duda. Seguro de letra. Y en ritmo. Agrega detalles pintoresquistas.
Gesticula. Termina finalmente de hablar. Pausa. El agente lo mira unos largos
segundos. Se mira otros largos segundos con lorito; lo toma de un brazo con
firmeza y le pide que lo acompañe.
Mutis del dúo.
Que sospecharon enseguida de los términos que usaba,
dirán en el juicio. Que era más que claro que de esa forma no podía hablar nunca
un albañil. Que la telefonista los comunicó con el teatro. Ipso facto. Le gusta
a muerte el latinajo al jurista.
Una débil dramaturgia, titularía Crítica.
La cabeza forjada en el yunque del costumbrismo
tienen, farfulla el copista en una celda de tribunales.
Así le va al teatro, pelotudos…
Continuará...
Ohhh se vino para La Plata!!! Las diagonales son la gloria, transitamos hipotenusas
ResponderEliminarY es así:”Como puede tener la gente Alegría, sin curvas.”
ResponderEliminarQue barbaro este Mentita....
ResponderEliminarMagistral
ResponderEliminarmuy bueno!!!! y así le va a al teatro...
ResponderEliminar"Viven tanteando y juego de manos ya se sabe..".Amo esta frase...tiene abuelas adentro, padres , madres , hermanos...y en Formosa...hasta la profe lo decia.......todos cuidando del tujes de una. Ahi empezó el aislamiento social.
ResponderEliminar